El otro día volvía de esquiar en León, estaba en mitad de la nada, debía ser provincia de Valladolid o así, la mesesta en estado puro. Kilometros y kilometros sin ni una colina, ni una casa, ni un árbol y allí a lo lejos una gasolinera. Paré. Hacia tanto, tanto frió que te cortaba la cara. Se me acerca el/la gasoline@. Llevaba puesto un pasamontañas así no se le veían más que los ojos. Al acercase así le digo, "vas bien protegido eh", me sonrie achinando los ojos y se quita el pasamontañas. Resultó que era una chica que sonreía en mitad de la helada. Le digo "que apartada estás aquí de todo", y me contesta, "pero aquí no me falta de nada" y me señala al horizonte donde había un sol rojo enorme que estaba ya casi escondido. Es precioso le dije, y le agradecí inmesamente que me hubiera hecho ese regalo. Algo que yo ni había visto, pendiente de poner gasolina y seguir mi camino hacia Madrid. Pero allí estaba el paraíso para quien quisiera disfrutarlo.
Me monté en el coche y seguí mi camino y ella se quedó en mitad de la nada, con el viento, con el frío y con su sol. Un sol que llevaba dentro.
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