Llueve en Bruselas. Llueve mucho. El cielo está gris y hace frío como si fuera invierno. Bruselas no es una ciudad agradable para vivir. Por lo menos para los amantes de la energía del sol. Sin embargo, tiene algo de apasionante. Hubo un tiempo en que venía mucho por aquí, de la mano de
Paquita Sauquillo (según me señalaron el otro día la persona que más veces aparece en este blog). Conocí las instituciones europeas, estuve en Comisiones de trabajo, en cenas con Eurodiputados. Conocí a Emma Bonino, y su lucha por la justicia social en todo el mundo, a
Mendiluce, del que tanto esperaba, a Morán y a tantos otros. Busqué locales para poner la sede del MPDL y pisos donde vivir yo. Fue una experiencia que nunca olvidaré. De lo que pasa en Bruselas en España nadie sabe nada. Nos creemos que allí decidimos muchas cosas pero la mayoría se deciden aquí. Se dedican miles de páginas en los periodicos al asunto de las autonomías y nadie sabe que la mayoría de decisiones se toman aquí. El otro día al presentar su plan para el año el Presidente de la CMT practicamente no nombró los proyectos europeos. Como si el desarrollo del mercado de las telecomunicaciones lo estuvieramos decidiendo solo desde España. A veces los fuegos artificiales nos desvían la atención de las cosas importantes. Aquí se toman decisiones que afectan a todas las facetas de nuestra vida y lamentablemente a casi nadie le importa.
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