Me despierto a las 7 de la mañana, me afeito, me ducho, me visto, visto a mi hija, la dejo en la guardería y voy camino al trabajo. Ayer acabó la cumbre de la FAO. El tema principal era como hacer frente al hambre en el mundo, la que hay y la que se avecina. La entrada de India y China en el mercado de consumo, los biocombustibles, la sequía en grandes zonas de la tierra, muchos elementos hacen preveer un aumento el hambre en el mundo. Hoy en día ya 1 de cada 7 niños muere de hambre. Se dice rápido. Los gobiernos de los países del mundo se unen durante dos días e intentan recaudar fondos (objetivo 20.000 Millones) y aplicar nuevas medidas comerciales. Al final se recaudan 7.000 y no se adopta ninguna medida ni arancelaria ni de mejora del comercio ni nada.
Para matar a alguien no hace falta disparar. No hace falta clavarle un puñal. Matar a alguien también es dejar que se muera. Dejar que gente pase hambre mientras otros tenemos de sobra. Matar es no dejar que comercien con sus productos para recuperar su dignidad. Matar a alguien es no dejar que se muera de un país asolado por la guerra o la sequía. Matar a alguien no es apuñalar a tu vecina en la escalera sino oír sus gritos desesperados de auxilio desde tu casa y seguir delante del televisor como si no oyeras nada. A la mañana siguiente comentará la portera que hallaron muerta a la vecina. Y yo sabré que algo se ha podrido dentro mío aunque nunca me juzguen ni acabe en la cárcel.
La única nota de cierta esperanza en una humanidad que da asco fue que de esos 7000 Millones España aporta 500 y era favorable a aplicar medidas más duraderas.
A algo hay que aferrarse para no empezar el día con ganas de vomitar.
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